Compaginando la publicación del diario “En primera persona” que escribí el año pasado y que el doctor Morano ha empezado a publicar hace varias semanas, escribo hoy el primer post del 2013. Una invitación del doctor para que cuente desde mi punto de vista y de forma totalmente subjetiva, mi experiencia en cualquier tratamiento que reciba en su Clínica.
5 de marzo 2013
¡DE ESTRENO!
Hoy estreno piel. Y no me refiero a un bolso, unos zapatos o una chaqueta. Estreno una piel de cutis renovada.
Hace una semana, y aconsejada por el doctor Morano, decidí hacerme un peeling suave para eliminar células muertas, iluminar mi piel y revitalizarla. Se trata de un peeling químico pero nada agresivo, a base de ácidos, cuyos efectos estoy notando una semana después. Pero mejor escribo cómo fue el proceso desde el principio…
Aunque no soy capaz de seguir una receta de cocina, leer unas instrucciones (o seguirlas) de cualquier mueble de Ikea ni la letra pequeña de un contrato, por alguna extraña razón, soy de las que leo cualquier etiqueta que caiga en mis manos. Ya sea un bote de champú, un paquete de galletas o una crema hidratante. Una manía que llega a su extremo cuando se trata del prospecto de un medicamento… Indicaciones, interacciones, posología, efectos secundarios comunes, frecuentes, raros… ¡Lo leo todo! Aunque se trate de una aspirina y aunque eso suponga desistir de tomarla… en un principio.
Explico esto porque cuando la doctora, antes de realizarme el peeling, me dio un papel que podría considerarse, el “prospecto” o la “etiqueta” de los productos del tratamiento que iba a aplicarme… decidí hacer una excepción y leerlo sin pararme a analizar… Si soy capaz de dejar de tomar una aspirina, no era cuestión de dejar plantada a la doctora… y a mis células muertas, que ya estaban celebrando su renovación. El hecho de tener que leerlo (aunque fuera en diagonal, lo confieso) ya me transmitió la suficiente confianza y seriedad como para tumbarme, relajarme y poner mi piel en sus manos.
El proceso fue muy rápido. No duró más de 15 minutos. En ese tiempo, la doctora, después de limpiarme la cara y proteger las partes delicadas con una crema (boca y contorno de ojos) me aplicó diferentes capas de productos que no me produjeron la más mínima molestia. Eso sí: enseguida entendí por qué el proceso era tan breve. Y es que, el cócktail de olores que desprendían los productos es tan fuerte, que si hubiera durado un poco más creo que hubiera salido borracha. Pero no. Así que una vez aplicadas las diferentes capas de productos… ¡me las llevé puestas! Este sí es un detalle que tendré en cuenta la próxima vez, pues aunque se trataba de productos transparentes, la piel se veía brillante y húmeda… Para mi, excusa suficiente para irme directa a casa esperando no encontrarme a nadie… Coqueta que es una.
Tuve que dejar puesto durante 6 horas, y después simplemente me lavé la cara con cuidado y me puse crema hidratante. La piel estaba un poquito roja pero nada más. Ahora era cuestión de esperar hasta que se produjera el peeling que, para mi sorpresa, no fue inmediato. Al cabo de dos días, y cuando ya estaba empezando a pensar que no me había hecho efecto, me empecé a pelar. Al fin. Y me he estado pelando durante 4 días de una forma progresiva y sin más molestia que la de aplicarme a menudo crema hidratante. Es como si te pelaras por haberte quemado al sol.
El resultado es una piel renovada, y como más sana, luminosa y suave. No sé si lo ponía en el papel que medio leí pero puedo decir que, además de estrenar piel, tengo que destacar un importante efecto secundario: la sonrisa que me ha salido al mirarme al espejo.