18 de Marzo de 2012
Fue tal mi emoción de entrar en la ropa de fondo de armario el otro día que, además del trancazo que cogí por adelantarme al verano y estrenar sandalias antes de la cuenta, me confié: diez días después, en vez de haber perdido los 2 quilos que me faltaban para rematar la dieta, he ganado casi medio. Y es que estos días me han sobrado ocasiones para saltármela y me han faltado ganas y tiempo para quemar esos extras. Estrés, trabajo, excepciones, picoteos, compromisos, cenas… en fin, ¡excusas! Precisamente lo bueno de esta dieta es la versatilidad de opciones que da, perfectamente compatibles con cualquiera de estas excusas y muchas más. Pero quizás dentro de mi pensé que al final adelgazaría por inercia. Por arte de magia. Una magia que no se ha reflejado hoy en la báscula y que ha sorprendido incluso al doctor, que se planteaba si la báscula estaba estropeada mientras a mi se me subían los colores. Que dudara de ella antes que de mi me ha hecho sentir casi culpable, pero me ha hecho recuperar la confianza que me faltaba para ponerme las pilas…
Tengo que decir que al margen del peso, los centímetros perdidos se mantienen, es lo que más noto y agradezco. Eso y la textura de la piel en general, mucho más tersa, hidratada y tonificada.
Y aunque incluso la celulitis ha mejorado bastante, he decidido, aconsejada por el doctor, rematarla con un tratamiento a prueba de bikinis: el LPG. Es un aparato diseñado, entre otras cosas, para moldear el cuerpo, mejorar la circulación y eliminar la celulitis. ¡Ya estoy deseando probarlo!
He salido de la consulta con ánimos renovados y fuerza de voluntad a prueba de tentaciones, como la cena que tengo esta noche: mi amiga Carol se ha comprado una Termomix y ha decidido estrenarla con sus amigos. Miedo me da. Confieso que he estado tentada a ponerle una excusa, pues a pesar de ser vegetariana y ponerle ganas a la cocina, es bastante negada, pero hoy podremos culpar a la máquina. Y esa sopa de alcachofas y cilantro promete…