24 febrero de 2012
Hoy he sacado los patines del trastero. Hacía varios años que no los utilizaba (y cuando digo varios, pueden ser 5 ó 6), pero creo que ahora que he decidido ponerme en forma, es una buena manera de reconciliarme con el deporte. Además, me he acordado de cuánto me gustaba patinar hace un tiempo y aunque no estaba segura de acordarme, no he dudado en salir a probarlos… ¡solita! Aunque tengo amigos que patinan, no me apetecía dar la nota con público, así que me he acercado al Paseo Marítimo (andando) y allí he descubierto dos cosas. Una: que patinar es como montar en bicicleta, ¡no se olvida! Y dos: que los patines necesitan engrase y mantenimiento, algo que había olvidado y que, sin embargo, me ha ayudado bastante… Tanto a la hora de moverme con dignidad (que no con velocidad) como para disimular mi punto más débil: el frenado (de lo que he podido prescindir dada la baja velocidad). Eso no significa que haya tenido que hacer menos esfuerzo… ¡todo lo contrario! mover las ruedas desengrasadas conlleva un trabajo extra. De todos modos me ha encantado la experiencia. Tanto que me atrevo a decir que tiene todos los puntos para convertirse en “mi deporte”: es divertido, es al aire libre, endurece las piernas… Y lo más importante: no he mirado el reloj en hora y media, hasta que una vibración que me ha ido subiendo desde los pies hasta la cabeza debido a las piedras y al mal estado de un tramo del carril bici, me ha recordado que tenía que irme a mi segunda sesión de corrientes interferenciales. Y es que, precisamente, lo que produce este tratamiento son una especie de vibraciones.
Está claro que la recomendación del doctor de ir alternando diferentes tratamientos fue un acierto que noto en mis propias carnes. Tras varias sesiones de termoterapia y presoterapia que me han hecho perder centímetros, es hora de tonificar. Y esa es la labor de las corriente interferenciales… A través de unas ventosas que me colocan en piernas y abdomen, se envían corrientes a los músculos durante unos 45 minutos. La sensación es la de una especie de vibraciones que combinan diferentes ritmos y potencias y que producen movimientos de contracción en los músculos. En fin, es difícil explicarlo, pero es agradable y, como siempre, los 45 minutos que dura, me permiten desconectar y relajarme mientras disfruto de esta interesante forma de “entrenamiento” muscular.
Lo que no sé muy bien es lo que, un día después, me ha producido las agujetas… ¿los patines que no rodaban? ¿la carrera a toda prisa para no llegar tarde a la cita? ¿la sesión de interferenciales? Sea lo que sea, ¡bienvenidas sean!