24 enero 2012
Y ahora sí: acabo de salir de mi primera “termo-preso-meso” y ya estoy deseando volver la semana que viene. Incluso salgo inspirada para escribir…
Al entrar me han llevado a una de las cabinas que tienen en el centro: una habitación blanca, luminosa y tranquila con una camilla que invitaba a la siesta. Allí me he quitado la ropa y ha entrado una chica muy amable que, después de pesarme y huntarme con un gel fresquito, me ha “vestido” para la ocasión con un “estilismo” digno de pasarela compuesto por varias prendas: tras lo que serían unas bolsas de plástico a modo de medias, me ha enfundado unas botas-pantalón bastante rígidas y acolchadas y con grandes cierres de velcro (todo en un tono azulón muy bonito). En la parte de arriba y a conjunto con el pantalón, me ha puesto un top entallado y ceñidísimo tipo “palabra de honor”, (también abrochado con velcro y en tonos más claritos). Y así de esta guisa, tumbada en la camilla y sin poder moverme por la la presión del modelito, ha enchufado cada prenda a una máquina y ha empezado la sesión (gracias a dios, no de fotos…).
Bromas y estilismo aparte, tengo que admitir que después de experimentar el efecto de cada prenda, me han encantado. Por un lado, el pantalón hinchable para la presoterapia, me iba ejerciendo bastante presión (aunque muy agradable) en las piernas. Una presión que subía y bajaba desde la punta de los pies hasta arriba (favoreciendo la circulación y tratando la celulitis). Al mismo tiempo, la termoterapia actuaba calentando progresivamente la parte superior del cuerpo: una sensación agradable que iba aumentando la temperatura. ¿el efecto? calor intenso. El mismo que puedes pasar al sol en la playa… ¡vestida!
Los resultados de la pérdida de volumen no son inmediatos, pero los efectos secundarios de este rato de desconexión absoluta del mundo, sí: en los 45 minutos que ha durado, mi estrés ha desaparecido y he disfrutado de un grado de relajación absoluta. Y eso que aún me quedaba un tratamiento: la mesoterapia. No recordaba muy bien en qué consistía… pero al entrar la doctora, he intuido que se merecería un capítulo a parte. Y no me equivocaba…